El papel de la mujer en la generación del conocimiento científico en Ecuador

En el marco de la discusión sobre la desigualdad de género en diferentes trabajos y oportunidades, cabe repasar la situación de las mujeres dentro de la comunidad científica ecuatoriana.

Al no contar con listas oficiales de los científicos del Ecuador, se exploró algunas bases como PubMed, Scopus, Índice Latinoamericano – LATINDEX e Índice de Revistas Latinoamericanas en Ciencias – Periódica.

Se decidió considerar los científicos con publicaciones en los últimos cinco años que arrojó una lista de 114 (48%) mujeres y 125 (52%) hombres, profesionales provenientes de las ciencias de la salud, ciencias de la vida, ciencias exactas y ciencias sociales. Esto muestra una distribución homogénea de científicos por género.

Al considerar el índice h, una medida en función de la cantidad de citas que han recibido los artículos publicados por cada profesional, se observa que la media y mediana son de 6 y 7,8 respectivamente (rango: 1-42); al especificar por género se encuentra una media y una mediana ligeramente más altas de 8,9 y 8 respectivamente (rango: 1-42) en hombres y ligeramente más bajas de 6,2 y 5 (rango: 1-23) en mujeres.

Hay una diferencia en cuanto al límite superior del índice h en hombres y mujeres con cuatro puestos entre la primera posición de h = 42 y la quinta posición de h = 23, puestos ocupados por hombres y a partir de la quinta posición y sexta son ocupadas por mujeres y la séptima compartida entre hombre y mujer.

En este grupo de profesionales, hay estudiantes que publicaron su trabajo final de carrera o tesis, el cual fue citado y les genera un índice h, sin embargo, al hacer el seguimiento se observa un paro en las publicaciones y posiblemente reflejando la discontinuidad de la carrera científica.

Al centrar el análisis en una sociedad científica, partiendo que sus miembros son profesionales especializados en un campo específico y que tienen una línea de trabajo laboral, la Sociedad Ecuatoriana de Genética Humana (SEGH) evidencia a 71 miembros: 50 (70%) mujeres y 21 (30%) hombres, con la participación activa de ambos géneros en todas las áreas de la genética.

En cuanto al índice h, observamos que la media y mediana son de 5,1 y 3,5 respectivamente (rango: 1-20); al especificar por género encontramos una media y una mediana ligeramente más altas de 5,6 y 4 respectivamente (rango: 1-15) en hombres y ligeramente más bajas de 4,7 y 3 (rango: 1-20) en mujeres. El índice h más alto en la SEGH lo posee una mujer, las posiciones segunda y tercera corresponden a hombres y a partir de la cuarta son compartidas entre hombres y mujeres.

Los profesionales de la SEGH están representados por un abanico de expertos, muchos en las posiciones de técnicos y ayudantes de laboratorio, limitándose el análisis, por lo que se analizó un grupo más homogéneo de profesionales como la Academia de Ciencias del Ecuador (ACE), con la convicción de que revelen una trayectoria amplia de investigación, aportes específicos en la ciencia y un número base de 12 publicaciones. La ACE está conformada por 50 miembros: 12 (24%) mujeres y 38 (76%) hombres. Las mujeres pertenecen a nueve de las veintitrés áreas representadas dentro de la Academia. Del índice h de sus miembros, la media y mediana son de 10,4 y 9 respectivamente (rango: 1-35); al especificar por género encontramos una media y una mediana ligeramente más altas de 10,8 y 9,5 respectivamente (rango: 3-23) en mujeres y similar e igual de 10,3 y 9 (rango: 1-35) en hombres.

En cuanto a posiciones directivas, la ACE ha tenido dos presidentes: el primero fue hombre, uno de los miembros fundadores; al finalizar su período, fue elegida, por mayoría, una mujer. La SEGH ha tenido dos presidentes mujeres y cuatro hombres. Así, no se observa una limitación para las mujeres al ocupar los puestos directivos de las sociedades científicas.

Históricamente han existido diferencias por el género, pero no deberían presentarse en la ciencia, puesto que se trata de una carrera y una profesión en que las mujeres tienen las mismas exigencias científicas, los mismos derechos, obligaciones y compromisos. Lejos de una pugna de género, para todos y todas debe haber igualdad de oportunidades para hacer una carrera científica, y el éxito de las mujeres debe basarse en ser competitivas y competentes, sin auto-apartarse, a veces, de la lucha profesional y científica.

Imagen destacada: retrato de Marie Curie por Ritchard Rodriguez

¿Son los cigarrillos electrónicos inofensivos para la salud?: una perspectiva personal y científica

Autor: Isaac Armendáriz-Castillo

En los últimos años el uso de los cigarrillos electrónicos ha tenido un aumento considerable. No es raro en estos días caminar por las calles o estar atascado en el tráfico, y ver anchas nubes de humo saliendo de las ventanas de los carros o siendo exhaladas por los transeúntes. Globalmente, se estima que el uso de estos dispositivos se ha incrementado en un 80% sólo en el último año. Pero, ¿qué son los cigarrillos electrónicos y cuán dañinos son para la salud?

Los cigarrillos electrónicos o “vapeadores” son dispositivos electrónicos que dependen de una batería para generar calor convirtiendo un líquido saborizado en vapor de agua, el cual es inhalado y exhalado igual que un cigarrillo convencional. Estos líquidos o esencias son comercializados libremente a usuarios de todas las edades en tiendas especializadas o informales, y entre todos sus componentes (algunos de los cuales no están descritos en las etiquetas), se incluyen nicotina a diferentes concentraciones, metales pesados, propilenglicol (líquido aceitoso), glicerina vegetal, fenol (potente fungicida o bactericida), entre otros.

Mi experiencia personal con los vapeadores empezó en 2018 cuando quise buscar alternativas al tabaco convencional. Fue entonces cuando un colega del laboratorio, en busca del mismo objetivo, adquirió uno de estos novedosos dispositivos; y rápidamente nos vimos sumergidos en nuevas experiencias: esencias de cientos de sabores (etiquetados como Chocolate Fudge o Candy Corn), diferentes concentraciones de nicotina, atomizadores modificables, entre otras cosas, que nos resultaron mucho más costosas de lo que invertíamos en los cigarrillos normales. Pero no importaba, aparentemente los vapeadores estaban cumpliendo su objetivo: cambiamos el hábito de fumar por el de “vapear”; y según nosotros, habíamos reducido considerablemente el riesgo de desarrollar todas las enfermedades asociadas a los cigarrillos convencionales.

Una tarde, después de salir del laboratorio, tomando unas cervezas y justamente “vapeando”, nos planteamos las siguientes preguntas: ¿son realmente los vapeadores inofensivos para la salud?, ¿hemos aumentado nuestra dependencia a la nicotina? Estas, entre otras preguntas, nos llevaron a la siguiente idea: investiguemos y escribamos un artículo científico que discuta los efectos nocivos de los vapeadores vs. los cigarrillos convencionales. Al día siguiente empezamos nuestra investigación. Nos causó sorpresa varias cosas: poca bibliografía que reporte la toxicidad de los vapeadores y la más preocupante, ~34% de artículos científicos, que debaten el uso de los vapeadores, presentan conflicto de intereses; es decir, dichas investigaciones han sido financiadas por industrias tabacaleras o de vapeadores.

Considerando dichos factores, empezamos nuestro propio estudio sistemático. Nos enfocamos en artículos que no tengan conflicto de intereses y estudios realizados únicamente con los vaperadores y sus esencias. Después de leer y filtrar varios artículos, identificamos 57 compuestos químicos presentes únicamente en los vapeadores, respecto a los cigarrillos convencionales. La mayoría de estos (~50%) causan irritación a los ojos, a la piel y al tracto respiratorio, lo cual es similar a lo reportado para los cigarrillos convencionales. Alarmantemente, encontramos que 7% de estos compuestos han sido reportados como neurotóxicos (daño al cerebro o al sistema nervioso) y cancerígenos (promueven el desarrollo del cáncer); y 11% siguen siendo estudiados en relación a sus efectos nocivos. Además, 13% de estos químicos causan citotoxicidad (daño a las células), cuyo efecto es diez veces mayor a lo reportado para los cigarrillos convencionales. El resto de compuestos (~20%) producen, en menor medida, efectos adversos en el sistema cardiovascular, efectos conductuales o han sido reportados como dañinos en modelos animales. Afortunadamente aquella idea no se quedó en el bar y nuestro estudio, realizado en el Centro de Investigación Genética y Genómica de la Universidad UTE, se encuentra en segunda fase de revisión por pares para ser publicado en la revista internacional BioMed Research International.

El uso de vapeadores ha incrementado considerablemente en nuestro país, sin regulación en su venta a jóvenes y adolescentes que desconocen sus efectos negativos; los cuales, sin ser fumadores, adquieren este producto por moda o novedad pudiendo desarrollar los afectos antes mencionados o adicción a la nicotina. Existen también reportes de usuarios “duales”, es decir que utilizan ambos sistemas (cigarrillos electrónicos y convencionales) exponiéndose al doble de riesgo que los usuarios de un solo sistema; recientemente, la Organización Mundial de la Salud advirtió que el uso de los vapeadores es igual de nocivo que los cigarrillos convencionales. Como experiencia personal, y en base a nuestro propio estudio, puedo concluir que el vapeador no es una alternativa para dejar de fumar, presenta los mismos efectos negativos a la salud que el cigarrillo convencional y aumenta la dependencia a la nicotina en sus usuarios.

Editado por Carolina Mella y Santiago Guerrero

Sci-Hub cumplió el sueño de Aaron Swarts: sobre el libre acceso a la ciencia

La mayoría de investigaciones científicas, subvencionadas por los Estados, son distribuidas por grandes editoriales, previo pago, a la comunidad social y científica. Es decir, los ciudadanos contribuyen dos veces: para financiar las investigaciones y luego para tener acceso a sus resultados. Este sistema antiético ha sido evadido por el popular sitio web Sci-Hub, que otorga acceso masivo y público a millones de artículos de investigación. Su fundadora, Alexandra Elbakyan, busca que la información científica no sea restringida. Sin embargo, la lucha por el libre acceso a la ciencia tuvo un fundador: Aaron Swarts.

Aaron Swartz, quien nació en 1986 en EE. UU., fue un genio autodidacta, programador, escritor y hacktivista (acrónimo de hacker y activismo, utiliza herramientas computacionales para alcanzar fines políticos). Swartz estuvo involucrado en una serie de procesos relacionados al libre acceso a la información. Cuando apenas tenía 13 años, Swartz creó el sitio web theinfo.org en 1999, el cual compartía la misma visión de Wikipedia (creado 2 años después). Durante su adolescencia, Aaron contribuyó al desarrollo inicial de Creative Commons (CC), una organización sin fines de lucro que ha desarrollado licencias que facilitan el uso e intercambio de obras académicas. Actualmente, las revistas científicas de acceso abierto emplean la licencia CC 4.0 que permite usar y compartir el contenido científico sin restricciones.

En 2008, Swartz escribió su ampliamente circulado Guerilla Open Access Manifesto. En dicho documento escribe: “La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren quedarse con él. Todo el patrimonio cultural y científico del mundo, publicado durante siglos en libros y diarios, continúa siendo digitalizado y guardado por un puñado de corporaciones privadas”. Respecto a esto, Swartz sorteó el repositorio digital denominado Journal Storage (JSTOR) para descargar artículos científicos en masse, a través de la red de computadoras del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 2011.

Poco después, Swartz fue arrestado y procesado por 9 delitos federales, contemplándose una pena máxima de 50 años de prisión y una multa de 1 millón de dólares. Enfrentándose a un posible encarcelamiento, Swartz se suicidó el 11 de enero de 2013, a los 26 años. Su historia ha sido finalmente documentada en 3 obras cinematográficas: The Internet’s Own Boy: The Story of Aaron Swartz, Killswitch y Patriot of the Web. De igual manera, una corte de EE. UU. condenó a Sci-Hub a pagar una indemnización de 15 millones de dólares a la editorial Elsevier; sin embargo, Elbakyan continúa realizando sus esfuerzos de manera clandestina.

En países en vías de desarrollo, como Ecuador, el acceso legal a las revistas académicas de pago es una utopía. Esto se debe principalmente a las tarifas excesivas que imponen las grandes editoriales. En este contexto, la universidad de California, cuyo presupuesto es de 34.3 mil millones de dólares, anunció que dejará de pagar las suscripciones a las revistas publicadas por Elsevier. Sin la lucha iniciada por Swartz, el esfuerzo continuo de Sci-Hub y los movimientos que promueven el acceso abierto, la investigación científica de los países en vías de desarrollo estaría todavía más atrasada.

Articulo originalmente publicado en Redacción Médica Ecuador.